sábado, 28 de mayo de 2011

Audiencia del 26 de mayo

OTRO POLICIA CORROBORÓ DATOS SOBRE LA REPRESIÓN
Julio Cesar Livellara, ex policía de la 9na, ratificó que el D2 practicaba torturas,  secuestros e incluso admitió que hacían desaparecer a las personas. Su camarada, Liborio Terán, fue evasivo. Ambos llegaron ante el Tribunal, citados en la causa que investiga la Desaparición forzada de Salvador Moyano. Completó su declaración Graciela Leda.
Julio Cesar Livellara
En dos días consecutivos se escucharon sendos testimonios de policías que confirmaron los crudos procedimientos detallados por los ex-presos que pasaron por el Departamento 2 de Informaciones, transformado en Centro Clandestino de Detención, durante la Dictadura. A los dichos del Comisario Lucero de la 9na. de Guaymallén, que testimonió el día anterior, se sumó la versión del entonces Inspector Livellara. El declarante admitió la existencia de Grupos de Tareas (sic) formados por Inteligencia del Ejército y el D2 encargados de la represión a la subversión; reconoció a Oyarzabal y Smaha como parte de esos equipos, ambos imputados en estas causas.
En más de una ocasión cargó contra el “Ruso” Smaha, quien se desempeñaba como oficial cuando Livellara era cadete y solía humillar a sus subalternos. “No tengo muy buen recuerdo de él”, dijo. Agregó que “Smaha estaba encargado de vigilarnos a nosotros” y dejó traslucir que sentían miedo. El testigo se mostró perturbado cada vez que lo evocaba, optó graficar su vínculo con un “lo mastico pero no lo trago”. Preguntado por otros integrantes de esa brigada mencionó a Enrique Funes y Mario Cangemi.
En el desarrollo de su exposición el ex policía confirmó que los detenidos eran sometidos “a presión psicológica y a torturas“ y admitió que los hacían desaparecer. Preguntado por si sabía de lugares donde se hacía desaparecer gente; respondió que, según rumores, sería en El Carrizal y agregó que durante su permanencia en la Comisaría 16 de Las Heras supo que “había movimiento para el lado de Las Lajas, de estos que hacían tareas operativas”. Agregó a la Colonia Papagayos como lugar utilizado por el D2.
El testigo también proporcionó detalles sobre los recursos utilizados en los secuestros. Además de los ya conocidos: identificaciones falsas, autos particulares sin placas y otros, mencionó la existencia de una “valija de caracterización” conteniendo pelucas, bigotes postizos, lentes. Livellara aseguró no haber intervenido en la lucha antisubversiva y dijo lamentar que los grupos operativos "hayan utilizado a toda una institución para sus propios planes y objetivos".
A la hora de sus preguntas;  la defensa pidió algo preciso que tuviera “la marca del D2”. “Por los procedimientos, la forma en que se ejecutaban, cómo se los “chupaban” (sic), era la marca del D2”, remató Livellara, que afirmó no saber nada más.
Liborio José Terán
Citado por figurar entre los policías de la 9na que intervinieron con posterioridad a la denuncia de la familia Moyano, dijo no recordar los hechos. Preguntado por el accionar en los años de la Dictadura se limitó a explicar un procedimiento en el barrio Santa Ana donde estuvo cumpliendo función de vigilancia para que nadie saliera o entrara del barrio.
Terán actualmente es policía retirado, pero cumple funciones en el Ministerio de Seguridad; sin embargo no aportó absolutamente nada.
Graciela Leda
Finalizó la audiencia con la continuación de la declaración de la testigo de contexto Graciela Leda, a quien le fue exhibido el plano del D2 para que indicara dónde estuvo alojada y otros datos. Además realizó el acostumbrado reconocimiento fotográfico solicitado por el Tribunal; de entre las fotos distinguió a sus compañeros Vivi Suárez, Raúl Acquaviva, Víctor Sabattini, Eugenio París, Nicolás Zárate, Alicia Morales, María Luisa Sarmiento. En cuanto a los represores vistos por ella en el D2 reconoció a Carlos Rico Tejeiro, Arturo Villalobos, Julio Lapaz, Marcelo Moroy, Alberto Rondinini y Celustiano Lucero y otros con menos seguridad.
Al igual que otras ex presas declarantes, recordó a alguien con un perfume “terrible”. “Cuando no se puede ver, se agudizan los otros sentidos y el recuerdo duele”, remató.
Después, el Tribunal, la testigo y otros ex presos se trasladaron a las dependencias del D2 para realizar un reconocimiento in situ.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Audiencia del 24 de mayo

Testimonio de dos policías y de la ex – presa Graciela LEDA
Declararon los policías retirados: Reynoso y Lucero de la Comisaría 9na de  Guaymallén por la causa que investiga la Desaparición de Salvador Moyano; uno de ellos confirmó el nombre y apodos de los integrantes del D2 y las formas de operar de esa dependencia. También prestó testimonio Graciela Leda ex presa que permaneciera 50 días secuestrada en ese Centro Clandestino de Detención.
Inocencio Reynoso
Se desempeñó como Suboficial Principal en funciones en la Comisaría 9na de Guaymallén en 1976, fue citado porque  rubricó el acta de constatación de la denuncia por al secuestro de Salvador Moyano. Aquel 27 de septiembre, su  familia se dirigió a la Com. 9na a pedir ayuda pero fue atendida  después de una hora y media de espera, lo que hace sospechar que el personal estaba informado de lo que sucedería y eludió intervenir.
Reynoso inició su testimonio intentando tomar distancia del hecho diciendo que estaba asignado al destacamento de Corralitos y Primavera. Sin embargo ante la evidencia de su actuación registrada en libro de novedades admitió haber cumplido, eventualmente, funciones en esa Comisaría.
El policía sufrió un sofocón cuando afirmó que para las constataciones enviaba a personal subalterno a lugar de los hechos. Sucede que el acta en cuestión dice que él personalmente fue al domicilio de la víctima después del secuestro y volvió al día siguiente; dejando al descubierto la contradicción; sin embargo dijo no recordar lo escrito.
Fue sujeto a una ronda de preguntas e interrogado sobre algunos sonados operativos realizados en Guaymallén, sobre el santo y seña utilizados en la comisaría, sobre el D2 y otros. A todo contestaba con la muletilla: “desconozco”. Ante tanta desmemoria intentó excusarse diciendo: “No estoy lúcido”.
Ramón Lucero
Tenía el grado de Inspector cuando se desempeñaba en la 9na e inició la instrucción por el caso Moyano; por razones de salud se retiró en 1.977 con el grado de Comisario. Su testimonio fue amplio y confirmó varios datos ya conocidos sobre el D2 y su forma de operar; lo distinto es que la versión proviene de un hombre de la policía.
Lo primero que admitió Lucero fue que estaban bajo las órdenes del Ejército y que realizaban allanamientos a viviendas en forma conjunta. Agregó haber conocido personalmente al ex jefe del D2, Sánchez Camargo, con quien trabajó antes del golpe, en Santa Rosa: “No me gustaba para nada, hablaba de dios y era muy sádico, en la policía se cometen excesos, yo no lo permití”, aclaró.  Luego hizo varios aportes:
-Reconoció la utilización de la tortura para sacar información. “Se golpeaba de infinidad de formas pero lo más común en la época era la picana.(…)  En este país se ha utilizado históricamente por venganza, para conocer actividades de las cuales el gobierno necesitaba información”. Preguntado si en el D2 se torturaba, dijo: “puede ser”.
-Admitió que en el D2 se ocupaba de la represión política. “Desde el D2 se trabajaba con información para detener personas con problemas laborales que afecten al gobierno” dijo Lucero, pero luego amplió el concepto a la “lucha antisubversiva”. El se negó a formar parte de esa dependencia pero conoció al personal que asiduamente iba a la 9na. Aportó el nombre Luis Yubati conocido como “Caballo loco” y aclaró que Corradi “no era policía, lo pusieron para que se gane el sueldo”. Se trataba de un ex boxeador, perito en golpes. Señaló a Smaha y Fernández como los “primeros hombres de la Brigada” y que en el D2 revistaban Celustiano Lucero y Juan Oyarzabal, los últimos cuatro imputados en las causas motivo del presente juicio.
-Refiriéndose a las “huellas de los procedimientos” que comentaban los policías, Lucero precisó que “había cosas que tenían la marca del D2”. Una suerte de modus operandi propio que, admitió, incluía el uso de autos sin identificación, secuestros de personas por parte de individuos de civil con armas de puño, detenidos encapuchados y otros aspectos ya conocidos. El caso de Salvador Moyano “podría tener las marcas del D2” dijo. Aquí Lucero se deslinda de responsabilidades porque el 27 de septiembre (noche del operativo en que Moyano fue secuestrado) él estaba franco por cumplir años; a pesar que en la misma fecha aparece con su firma la notificación que lo refrenda como instructor. El expediente tiene solo 14 folios, el entonces fiscal Otilio Romano ordenó archivarlo sin investigar.
-Señalo, además, que le ofrecieron formar parte del grupo especializado en Lucha antisubversiva al que pertenecía Carlos Rico Tejero  pero que él no aceptó. Lo que permite inferir que era posible optar por la tarea a desempeñar dentro de la fuerza; aunque aclaró que una vez dentro de una dependencia había que realizar lo que se le ordenaba. “El que no estaba de acuerdo con los procedimientos iba al final de la cola”, agregó.
Graciela Leda
En tanto testigo de contexto, Leda relató su paso por el D2 en condición secuestrada junto a los miembros de la Juventud Guevarista objeto de la razzia de mayo del 76: Daniel Moyano, Lucía Allegrini, Víctor Sabatini, Silvia Swarzman, Ciro Bignone, su vecina y amiga Liliana Tognetti y otros. Detenida el 14 de ese mes permaneció 50 días en esa dependencia;  al igual que sus compañeras fue sometida a golpes y torturas que le produjeron fracturas de costillas y una eventración. Con expresión sentida recordó las humillaciones sufridas: “El dolor de sentirse abusado, no se olvida nunca” dijo. En esa circunstancia se sintió reconfortada cuando escuchó la “voz amable” de sus compañeros Acquaviva y Paris.
Recordó haber visto una camilla retirándose del D2 pero no pudo precisar a quién trasladaba y, en otra ocasión, cuando repartía la comida, en la celda contigua a los baños vio a un hombre mal herido; por la época en que sucedió el encuentro y  la ubicación, presume se trataba de Sánchez Coronel, Detenido- Desaparecido que habría muerto en el D2, cuyo caso se investiga en estos Juicios.
Graciela pasó del D2 a la penitenciaría provincial y de allí a Devoto, recién en este penal fue operada y atendida; permaneció largos períodos en la enfermería. Recuperó su libertad después de 7 años, ante la proximidad  del advenimiento de la Democracia.

viernes, 20 de mayo de 2011

Audiencia del 19 de mayo

DECLARARON el Ex CAPELLAN MORENO y PERITOS del EAAF
El Presbítero Oscar Moreno, designado Capellán Mayor de la Policía Provincial en julio de 1976, dijo desconocer qué sucedía en el Departamento de Informaciones 2 -D2- porque no le era permitido el acceso al subsuelo del Palacio Policial. Fue citado como testigo en la causa por la Desaparición de Salvador Moyano pero negó conocerlo, en cambio elogió a los imputados Smaha y Lucero y pidió permiso para abrazar a “los muchachos” al concluir su testimonio.El Equipo Argentino de Antropología Forense -EAAF- informó sobre su trabajo en la Provincia.
Moreno fue propuesto por el Obispo Maresma y designado por el temible Jefe de la Policía Santuccione como Capellán Mayor de la Policía con el grado de Oficial Principal; sin embargo dijo desconocer las torturas y vejámenes que sufrieron los detenidos en dependencias del D2 pero hizo una precisa defensa de “la cultura occidental y la moral cristiana” que en nada difiere del sustento ideológico de los acusados. Utilizó una variante del silencio cómplice: dijo tener buena memoria pero negó todo, en lugar del típico “no recuerdo”. Asimismo, soslayó responder varias preguntas arrancado con otro tema; por ejemplo cuando le preguntaron si había atendido a algún familiar que le pidiera información sobre un desaparecido, simplemente no contestó. En el caso de Salvador Moyano, causa que motivó su citación, dijo no haberlo conocido ni atendido a su padre. 
Las evidencias de que Oscar Moreno conocía lo que acontecía en el D2 son demoledoras. La más clara es el testimonio que dejara antes de morir, el Jefe del D2 Pedro Dante Sánchez Camargo, quien aseguró que los detenidos eran tratados correctamente, gozaban de control médico y “asistencia espiritual a cargo del Padre Moreno”. Versión que coincide con la de varios presos que aseguraron que los carceleros mencionaban la presencia de un cura. Además Moreno, junto a Carlos Rico y otros represores, recibió seis ciclos de formación en Lucha Antisubversiva en Buenos Aires. Otros antecedentes que lo vinculan con la represión, leídos en la audiencia, fueron minimizados por el testigo que solía recurrir a la anécdota para salir de las situaciones embarazosas.
Para rematar dijo que dio “la mejor de las referencias” sobre Juan Oyarzabal, 2do. Jefe del D2, y que Eduardo Smaha era un “policía cabal”, ambos imputados por homicidio en estas causas. Antes de retirarse pidió permiso al Presidente del Tribunal para darle un abrazo a los “muchachos” acusados, con los que evidenció gran familiaridad.
El Aporte del Equipo Argentino de Antropología Forense -EAAF-
En calidad de Peritos declararon miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense quienes informaron sobre los criterios que orientan su trabajo y los distintos pasos utilizados para ubicar los esqueletos óseos de los Desaparecidos en el marco de la Iniciativa Latinoamérica de Identificación de Personas.
Después de ofrecer un panorama general, para ilustrar su tarea en Mendoza hicieron un repaso de los indicios que los llevaron a realizar excavaciones en el Cuadro 33 del Cementerio de la Capital. Fruto del trabajo de investigación preliminar seleccionaron 22 sepulturas de las que priorizaron 7. Realizadas las excavaciones, en la primera etapa ejecutada el pasado año, seleccionaron 17 esqueletos que fueron trasladados al laboratorio del Equipo en Córdoba; en la segunda etapa fueron retenidos otros 13 que serán analizadas para determinar si se trata de desaparecidos.  Los criterios utilizados son la priorización de restos de personas de entre 18 a 30 años de edad y/o que hayan marcas que revelen haber sufrido muertes violentas y/o impactos de bala.
Hasta el momento el EAAF ha confirmado la identificación de los esqueletos óseos de Antonio Juan Molina y Sabino Rosales. Este último era un joven alvearense, asesinado en Guaymallén en 1977, cuyos restos fueron entregados a sus familiares, en un emotivo acto, un rato antes de que el equipo del EAAF, encabezado por la antropóloga Anahí Ginarte, prestara declaración ante el Tribunal.

jueves, 19 de mayo de 2011

Audiencia del 18 de mayo

Causa Fonseca (II): “A Jorge lo chuparon en Mendoza”

Venidos desde Neuquén y La Plata, los testigos Castillo, Aldisone y Cabrera aportaron valiosas pistas sobre la persecución a la que estuvo sometido Jorge Fonseca. También declaró Nieto, testigo presencial del secuestro de Salvador Moyano.

Rubén Héctor Cabrera: Conoció a Fonseca en su etapa de estudiante de derecho en La Plata, entre 1.973 y 1.977. Cabrera estuvo un tiempo como encargado de la Casa de Neuquén en la capital bonaerense, de allí su vínculo amistoso con Fonseca y otros compañeros neuquinos de la juventud peronista, con los cuales compartieron otros domicilios. “El era muy sensible, muy sano”, recordó.
“Me voy a trabajar, quedate acá en mi casa”, fueron las últimas palabras que Cabrera le dijo a su amigo, quien fuertemente perseguido desde fines del 76 alternaba moradas y salidas hacia otras provincias: “se fue a Mendoza y allá lo desaparecieron”, señaló el testigo con palabras de Ricardo, hermano de Fonseca. También se inclinó por establecer el nexo entre Fonseca y nuestra provincia a través de una supuesta novia de la víctima.

Guillermo Roberto Castillo: oriundo de Centenario (Neuquén), fue compañero de Fonseca durante la primaria, la secundaria y la militancia en la juventud peronista. Precisó que hacia 1.973 su compañero se fue a estudiar a La Plata, dónde además trabajaba y militaba, pero para las vacaciones volvía siempre al pueblo. Por esas visitas supo que Fonseca ya era perseguido, sus compañeros platenses detenidos, su casa allanada por el ejército y su documento sustraído. Se ganaba la vida vendiendo yuyos y luego vinos para bodegas “El globo”.
Castillo contó que a principios de 1.977 Fonseca fue a su casa con tres chicas y le pidió asilo por cuestiones políticas para “Negrita”, una de ellas, que permaneció en el pueblo hasta septiembre de ese año. Si bien en Centenario “la policía hacía allanamientos todo el tiempo”, “el riesgo había que correrlo”, sostuvo Guillermo que añadió que a Jorge se le escapó una vez el nombre de la mujer, “Elsi” y que la relación entre ambos estaba vinculada a la política y la militancia. “Negrita” era una joven culta, de contextura mediana, pelo castaño lacio y ojos claros y con acento mendocino.
Fonseca visitó a Castillo en junio y a fines de septiembre, cuando partieron con “Negrita” en tren con destino a Buenos Aires. Un mes y medio después Castillo recibe una carta manuscrita sin firma, supuestamente de “Negrita”, con dirección y poste restante de Buenos Aires, que señalaba que “lo chuparon a Jorge en Mendoza” y se pedía hábeas corpus por él. La carta fue entregada a la familia de Fonseca, que trató de reclamar por él a través del obispo de Nevares, sin resultados.

Antonia Mirta Aldisone: también neuquina, jubilada y pareja de Castillo, fue muy militante y compañera de Fonseca en la juventud peronista. Cuando él ya estaba estudiando en La Plata, Aldisone y sus compañeras le enviaban encomiendas con alimentos. Narró que en esa ciudad Fonseca vivía en pensiones y trabajaba en un taller de chapería y que para 1.976 ya residía en Mendoza aunque sin domicilio, sólo poste restante. El motivo: sus compañeros platenses ya eran secuestrados.
Sobre “Negrita”, Aldisone refirió que el mismo Jorge les dijo que ella “era de Mendoza, hija de maestros rurales y con hermanos también perseguidos y torturados”. A la descripción de su marido agregó que “Negrita” tenía 19 años, trabajaba junto a ellos en los galpones de empaque y poseía un documento falso. Sobre su partida en septiembre, explicó con palabras de Fonseca: “Negrita corre peligro”, en razón de los continuos allanamientos en Centenario. Acerca de la carta anónima señaló: “si bien fue remitida desde Capital Federal no quiere decir que haya sido escrita allí”.
Aldisone mencionó a otra chica con una beba, refugiadas por Fonseca en el pueblo por poco tiempo. Permanecían en una pieza alquilada a un matrimonio chileno de calle Estados Unidos, hasta que la joven desapareció sin rastros.
Hace poco, con motivo de que su compañera Nerea Montes viajaba para presenciar los juicios por delitos de lesa humanidad en San Rafael, Aldisone le pasó una foto de Fonseca. En el juicio alguien le mencionó a Montes que reconocía a Fonseca, “que habían estado detenido juntos”. Por tanto Montes será citada a testimoniar.
Emocionada, Antonia recordó el valor de Jorge y resaltó que en Centenario hay una biblioteca y una radio comunitaria con su nombre. Los chicos que lo impulsan “están haciendo cosas que nosotros no podíamos hacer mientras militábamos”, concluyó.

Jorge Alberto Nieto: Brindó testimonio sobre el secuestro y desaparición de Salvador Moyano. Actualmente camionero, con 15 años en 1.976 y vecino de Salvador, Nieto observó el operativo en su contra. Cerca de las 21 horas del 27 de septiembre, luego de atender en el kiosco familiar a Moyano vio cómo dos individuos lo golpearon, dispararon (“escuché dos disparos pero vi un solo fogonazo, el primero, que fue al aire”), lo metieron en un falcon y se lo llevaron.
El acta policial de la declaración bajo presión (también apretado por otros vecinos que lo sindicaron como el único testigo) que esa misma noche el menor Nieto debió dar en la comisaría 9ª de Guaymallén, fue falseada: fechas tergiversadas; se menciona un fiat 1.600 en lugar del falcón; que a Moyano lo había visto activar en la campaña presidencial de Cámpora (“cuando yo no sabía nada de peronismo, con mis 15 años jugaba a las bolitas”) y “como mi mamá no quería (por diferencias de edad) que me juntara con Moyano”, durante mucho tiempo la policía la presionó para que diera los porqués.

viernes, 13 de mayo de 2011

Audiencia del 12 de Mayo

LA CORTA E INTENSA VIDA  DE SALVADOR MOYANO
En la apertura de la causa por la Desaparición de Salvador Moyano, militante de la Juventud Peronista secuestrado a pocos metros de su casa el 29 de septiembre de 1976, quedó en evidencia que la policía participó activamente en el operativo realizado en Guaymallén. Su esposa, su hermana y un sobrino ofrecieron detalles sobre este caso en el que están imputados Eduardo Smaha y Armando Fernández, ambos pertenecientes al Departamento 2 de Informaciones de la fuerza provincial. Después de la lectura de elevación a juicio de la causa 11 M prestaron declaración los tres familiares del joven.
Aurora Elena Alvarado
Conoció a Salvador (Pancho) Moyano, su esposo, en una unidad básica peronista. Se casaron muy jóvenes, en el ’76 ya tenían dos hijos y una tercera en gestación. Debido a la responsabilidad familiar, el hombre había optado por entrar en la policía, así fue destinado a la Seccional 4ta. pero poco tiempo después le dieron de baja.
Alvarado recordó que minutos antes del operativo fue a advertirle a su esposo, quien se encontraba trabajando a la vuelta de su casa, que alguien fisgoneaba el interior de la vivienda. Entonces Moyano decidió verificar de quién se trataba, desanduvo el camino a su casa junto con la mujer y reconoció al hombre que estaba merodeando como perteneciente a la Policía. No obstante decidió volver a la calle e instantes después Elena escuchó los gritos de Pancho invocándola y, tras dos disparos, al salir pudo observar que le pegaron un tiro en una pierna y lo introdujeron en un  Fiat 125 color crema, con otro individuo al volante. Inmediatamente después la mujer junto a su suegro fueron a radicar la denuncia en la comisaría 9na. de Guaymallén, donde una hora y media después le tomaron la denuncia y verificaron que en el lugar del secuestro se encontraban los casquillos de las balas con que hirieron a Moyano.
De allí en más Teodoro y Nicasia, padre y madre de Moyano repitieron el circuito de búsqueda que para ellos comenzó por los hospitales, de allí al Comando y demás dependencias de las fuerzas de seguridad, sin resultados.
Aunque Alvarado olvidó varios detalles antes declarados, el relato confirmó que el Desaparecido reconoció a uno de sus secuestradores como un “compañero de la policía”. La responsabilidad de esa fuerza coincide con una declaración de Sánchez Camargo -Jefe del D2-, que al ser interrogado antes de morir, confirmó que Salvador Moyano fue detenido por personal de su dependencia por haber intentado arrebatarle el arma a un efectivo.
Elena Alvarado caracterizó a Pancho como un padre y esposo excelente.

Testimonio de Raúl Domingo Fiore
Sobrino nieto de Salvador Moyano con quien mantenía una estrecha relación, fue citado porque a dos o tres meses del secuestro de Salvador lo pudo ver, de atrás, en el interior de un Ford Falcón color azul del cual tomó la patente. Moyano iba en el medio de dos personas, en el asiento trasero; el vehículo circulaba en la misma dirección que el declarante, pero a unos  10 metros de Fiore, su tío se dio vuelta y pudo reconocerlo.
Fiore, que entonces tenía 14 años, destacó el placer que le producía llegar a la casa de los Moyano porque percibía muy buen clima familiar.

Testimonio de Evangelista Moyano
Hermana de Pancho, proporcionó detalles sobre el desaparecido. Lo caracterizó como un gran lector que se incorporó tempranamente en la política ya que pertenecía a la UES en la secundaria, luego se integró a Montoneros. De su paso por la Policía, en 1975, la hermana recordó que estaba preocupado por el asesinato y persecución de las meretrices por parte de la fuerza; “El no se sentía cómodo en ese el rol”, dijo.
Confirmó que el cura Moreno les hizo saber que Moyano se encontraba detenido, sugirió a su padre que entrevistara a Nicolás Calderón para informarse pero el Jefe Policial negó rotundamente conocer el caso; asimismo confirmó que su padre repetía que a Pancho lo había detenido el D2.
Evangelista Moyano, única hermana del Desaparecido acercó al Tribunal una hoja ya amarillenta, con las anotaciones realizadas por Don Teodoro durante la búsqueda de su hijo. Tuvo palabras muy emotivas sobre la tarea de su padre y madre ya fallecidos y el recuerdo del joven secuestrado y desaparecido a los 22 años de edad.

sábado, 7 de mayo de 2011

Audiencia del 6 de mayo


 TRABAJOSA RECONSTRUCCIÓN DE LA DESAPARICIÓN DE FONSECA

En el inicio del debate por la Desaparición de Jorge del Carmen Fonseca declararon tres hermanos suyos: Luis, Juana y Rolando quienes aportaron algunas pistas sobre los contactos del joven neuquino. Por este caso están imputados como autores mediatos de homicidio calificado y otros delitos, el ex Gral. Mario Lépori y el oficial Paulino Furió.

Con la lectura del Acta de Elevación a Juicios, comenzó el tratamiento de la Causa Nº 10-M que investiga la desaparición forzada de Jorge del Carmen Fonseca. Según la escasa información con que se cuenta, nacido y criado en el seno de una familia campesina de Centenario, provincia  Neuquén, el joven de 24 años cursaba 4to. Año de Derecho en la Universidad de La Plata cuando debió refugiarse en Mendoza. Fue visto por última vez en septiembre de 1977 cuando visitó la casa paterna e informó que se radicaría en esta ciudad; un par de meses después, la familia conoció una nota enviada por una compañera de Jorge en la que se informaba que había sido secuestrado en Mendoza entre los últimos días de noviembre y primeros de diciembre de 1977.
El Tribunal citó a tres de los ocho hermanos que componen  la familia Fonseca para que ofrezcan su versión de los hechos.

Luis Ricardo Fonseca agregó a lo antedicho, que su hermano pertenecía a la Juventud Peronista y que debió dejar la ciudad de La Plata porque había alojado en su domicilio a un compañero perseguido, su vivienda fue allanada y el compañero secuestrado; ante el peligro Jorge optó por trasladarse a Mendoza con una compañera. Luego ofreció indicios de que su hermano estaba en la clandestinidad porque a veces iba a Centenario pero no llegaba a la casa de los padres y un amigo común le reveló que “se manejaba con un seudónimo”.
Luis, meses antes de la desaparición de su hermano, se había “autoexiliado en México” porque “el clima era de gran inseguridad”, dijo.

Juana Rosa Fonseca ofreció información más completa. Agregó que Jorge, en Centenario contaba con una pareja de compañeros de militancia integrada por Mirta Arlisone y su esposo de apellido Castillo. En una de sus visitas al pueblo, el joven pidió a la pareja que cuidaran de “Negri” (Elsi) y de otra compañera; ambas jóvenes eran mendocinas y permanecieron varios meses del 77 en Centenario. Mirta también le comentó que el papel que avisaba del secuestro de Jorge habría sido enviado por “Negri”.
Anoticiados del secuestro, la familia desistió de presentar el habeas corpus porque gente cercana le sugirió que no lo hiciera y que quemaran todo lo que tuviera que ver con él. Por temor se deshicieron de cartas, fotos, libros y descartaron la búsqueda del joven desaparecido. Por otro lado, Jovita Soto, prima de los Fonseca que residía en Godoy Cruz, intentó conseguir algún dato, se dirigió a la dependencia de la Bodega El Globo donde Jorge había trabajado como corredor de vinos pero también fue advertida que “por su bien, no averiguara nada”.
Juana comentó que últimamente aparecieron datos sueltos aportados por compañeros de militancia, así supo que “a Jorge lo chuparon con su compañera y su hijo en Mendoza”.
Casualmente, el último encuentro que tuvo la familia en septiembre del 77, el joven llegó acompañado de una amiga “Alejandra” y su hijito; estuvo menos de un día y luego tomaron un tren que suponían tenía como destino Mendoza, recordó la hermana.

Rolando Antonio Fonseca, hermano mayor del joven Desaparecido, aportó que también lo vio por última vez en septiembre de 1977 y que al mes siguiente Castillo (esposo de Arlisone) le entregó en mano el papel que informaba que Jorge había sido detenido.
En busca de ayuda, la nota llegaría hasta las manos del obispo de Neuquén porque Rolando participaba en la iglesia, pero nunca obtuvo contestación. Aquel papel manuscrito jamás lo volvieron a ver, ni tuvieron noticias de Jorge.

viernes, 6 de mayo de 2011

Audiencia del 5 de mayo

CAUSA BUSTELO (IV): “Al comunista con todo”

En la última audiencia por la privación ilegítima de la libertad de Ángel Bustelo, prestó testimonio Nerio Neirotti, sociólogo y actual Vicerrector de la Universidad de Lanús, quien viera al político, abogado y escritor en el penal de La Plata. También se pudo ver un testimonio documental del propio Bustelo

Neirotti relató que fue detenido en plena calle San Martín el 29 de marzo de 1976, alojado y sometido a golpizas y torturas en el D2. Allí los interrogadores “no parecían mendocinos, si no porteños”. Para el 9 de abril se indica su orden de detención de parte de la 8va Brigada de Infantería y es puesto a Disposición del PEN, tras ser trasladado a la Penitenciaría provincial. Por tanto permaneció preso sin causa durante más de diez días.
En la cárcel permaneció aislado, alejado de los presos políticos, en la zona de administración y se le permitió recibir algunos enseres y hacer conocer su situación a sus padres a través de gestiones del capellán Gimeno. En septiembre del ‘76 fue parte del contingente de detenidos mendocinos que fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Recordó que tras el traslado en el Hércules, cuando Bustelo iba ingresando al penal, los guardias exclamaban “ahí viene el abuelo de los comunistas, a éste hay que darle con todo” y lo golpeaban con tal saña que quedó con la cara “íntegramente morada”.
Neirotti contó que estando en el calabozo de castigo escuchó que los guardias llamaban a Marcos Ibañez, recluso en la celda contigua. Oyó forcejeos y clamores de imploración de la víctima “pidiendo a los represores que no hicieran algo y luego silencio y el campaneo de tubos de oxígeno y voces de actuar rápido”. Al regresar con sus compañeros le comentaron que Ibañez se había suicidado. Acción imposible si se considera que no había modo alguno de colgarse en esos cubiles.
Luego pasaría por el penal de Caseros, donde ante un nuevo traslado le “devuelven su propia ropa ensangrentada en el D2”, por la Unidad 7 de Resistencia y por el penal de Rawson. De los regímenes penitenciarios en general remarcó que la solidaridad estaba prohibida. Todo lo debían hacer clandestinamente: compartir, leer, hablar de política, hacer gimnasia. La sistemática presión física y psicológica era tarea cotidiana de la represión, a fines de derribar la moral de los presos.

Neirotti, egresado del Liceo Militar Gral. Espejo, dijo de sí mismo que a la hora de su detención  era un “militante reconocido de la JUP” (Juventud Universitaria Peronista). En relación a Montoneros lo consideró un “movimiento aglutinante muy amplio con un gran compromiso político y con un claro horizonte de cambio social pero impreciso en el camino”.
Fue procesado por la Ley 20.840 y absuelto en mayo de 1.979 por el Juez Guzzo, con Romano como fiscal (que al apelar dilató unos meses su liberación) y Petra Recabarren como su Defensor Oficial (que recomendaría a la madre del sociólogo que su hijo se reconociera culpable por mero proceder legal).
En octubre de 1979, ejerciendo el derecho de Opción consiguió salir del país con destino a Estados Unidos. Antes de embarcar fue llevado a la Casa Rosada y se entrevistó con el entonces Ministro del Interior, General Albano Harguindeguy, al cual conocía por vínculos familiares y por ser ambos oriundos de Villa Valeria, Córdoba. Ante reclamos previos de la familia de Neirotti por su libertad, Harguindeguy “les garantizó su vida” (algo de lo que “nunca tuvieron la plena seguridad”) pero les señaló que el General “Menéndez tenía la decisión de no liberarlo de no mejorar su predisposición para colaborar”. En la conversación con el Ministro de la Dictadura (que le negó las desapariciones) fundamentó su pensamiento político, “porque somos presos políticos, esa es la causa por la que estamos así y nuestra razón para sobrevivir”; y denunció las matanzas y las condiciones de los presos en las cárceles. “Yo lo he vivido”, sostuvo.